Mes de la Herencia del Imigrante: Karla
Karla tenía solo diecisiete años cuando huyó de El Salvador con su familia para vivir en los Estados Unidos. Amaba su vida en El Salvador, donde apenas comenzaba sus estudios para convertirse en médica, cuando su familia se vio obligada a mudarse a los Estados Unidos por temor a su seguridad.
Karla no sabía nada sobre Estados Unidos cuando emigró y estaba nerviosa por adaptarse a una nueva cultura. Está agradecida por la comunidad de inmigrantes que le dio la bienvenida a su familia cuando llegaron y les ayudaron a encontrar trabajo. Karla trabajó duro para mantener a su familia y se desafió a si misma para obtener un GED a pesar de su dominio limitado del inglés.
El primer hijo de Karla nació prematuro. Karla tuvo que aprender mucho inglés por necesidad hablando con los médicos y enfermeras de su hijo. Le diagnosticaron autismo cuando tenía 2 años.
Karla se sumergió en programas comunitarios y de educación especial, conoció otras familias y aprendió sobre sus necesidades y sobre el sistema de educación especial, al mismo tiempo que mejoraba su inglés.
El conocer a otras familias también hizo que Karla viera y sintiera sus miedos: le advirtieron que no confiara demasiado en las poderosas agencias gubernamentales. Ella y otros en su comunidad estaban nerviosos de que las escuelas no los escucharan o los tomaran en serio si hablaban español.
Cuando Karla se conectó con MAC, se sintió empoderada para superar su miedo. Aprendió que tenía derecho a intérpretes y traductores de idiomas. Comenzó a hacer preguntas sobre las prácticas en la escuela de su hijo y trabajó con el personal para implementar técnicas de refuerzo de conducta positiva, que ella sabía que funcionaban mejor para su hijo y otros niños. En su esfuerzo por ayudar a otros padres a conocer sus derechos, Karla se desempeñó como vicepresidenta del Consejo Asesor de Padres de Educación Especial de Chelsea (SEPAC).
Hoy en día, Karla y su esposo trabajan muchas horas para mantener a su familia y se esfuerzan por proteger a sus hijos del estrés y las adversidades que a menudo conlleva ser inmigrantes en los Estados Unidos.
Los hijos de Karla preguntan sobre su familia en El Salvador frecuentemente. Ella les recuerda que afortunados son de tener familia en dos países que los ama y que quieren lo mejor para ellos.
“Tienen dos países”, dice Karla, “deberían ser vistos de la misma manera sin importar de dónde sean o dónde vivan. Dios le dio la Tierra a todos, no solo a un país o nacionalidad. Como hios de Dios, quiero que se sientan seguros, orgullosos e iguales a todos dondequiera que vayan”.